lunes, 31 de enero de 2011

El placer de aprender


Muchos son los métodos de enseñanza disponibles para aprender cualquier disciplina hoy en día. Hay libros y revistas especializados, videos, cursos on line, gurúes a quienes podemos consultar por teléfono o email, etc. Podemos, además, interactuar con tanta rapidez en internet y bajar contenidos con tanta velocidad que aprender algo nuevo diariamente es casi un logro cotidiano. Sin embargo, y a pesar de tanta información disponible (o tal vez por esa misma razón) nada reemplaza un buen curso presencial, con lineamientos claros y focalizado en determinados objetivos a alcanzar.

Esto se explica por dos razones: una racional, y otra emocional. El motivo que nos lleva racionalmente a tomar un curso o un seminario presencial, es el de adquirir nuevos conocimientos para aplicarlos luego al campo de trabajo donde nos desempeñemos. La razón emocional es más sutil, y tiene que ver con cada quien. No obstante, en líneas generales podríamos decir que cualquier persona se siente mejor compartiendo un aprendizaje cuando este se encara grupalmente. Y el fundamento de este sentir, es lo que se llama sentimiento de pertenencia , aún cuando ninguno de los participantes se conozca de antemano.
Porque se ha comprobado científicamente que nos gusta más compartir que aprender en forma solitaria (nada nuevo bajo el sol...el hombre es un ser social). Y desde mi punto de vista, no solo porque podemos “sentir que pertenecemos” a un grupo particular, sino porque es mucho más divertido realizar una experiencia de aprendizaje cuando compartimos con otros la vivencia. Lo que nos llevamos, además del nuevo conocimiento, es algo que junto con este, no puede nadie quitarnos jamás: los momentos compartidos. Cuando además, esos momentos compartidos fueron alegres, se convierten en inolvidables.

Aquí es donde entra en juego el humor. No existe ningún otro antídoto contra cualquier cristalización mental o física que nos impida dar un salto a la evolución. Es gratiuito, inofensivo, disponible con solo decidirlo, agradable, y tiene la virtud de generar un “efecto residual”: nos reímos de cualquier situación donde el humor estuvo presente, mucho más allá del momento vivido, y tal vez, la traemos al presente después de muchos años, justamente porque “revivimos” esa alegría que sentimos y eso nos transporta inmediatamente a ese momento agradable.

Se preguntarán ahora…¿qué tiene que ver esto con el aprendizaje? Todo!
Cuando el humor está presente en la formación, sea esta académica o no, se crea un vínculo con uno mismo y con los demás de mayor distensión: es mucho más fácil aprender con una sonrisa, que con el ceño fruncido. Estudios recientes en el área de las neurociencias indican que reírse (de uno mismo en primer lugar) tiene efectos estupendos en el cuerpo: genera endorfinas, descontractura, desinflama, expande la caja toráxica y respiramos mejor, afloja las tensiones, fortalece el sistema inmunológico, reduce la producción de migrañas, y oxigena mejor la sangre. Además de todas estas ventajas, el humor agrupa, ayuda, contagia alegría, es disparador de más situaciones de humor, sirve como neutralizador de malas ondas, rejuvenece, distribuye energía positiva y fomenta, definitivamente, la evolución. Por lo tanto, el humor es terapéutico.

De ninguna manera es mi intención con lo que acabo de explicar, minimizar situaciones de la vida cotidiana que muchas veces son difíciles de atravesar. Todos somos conscientes de los tiempos en los que vivimos, donde la incertidumbre está a la orden del día, junto con algunos otros ingredientes que hemos sabido conseguir y que no son para nada gratificantes. Y por supuesto excluyo aquellas situaciones donde efectivamente necesitamos realizar un duelo y sentir a pleno un dolor equis: el fallecimiento de un ser quierido, una situación real que nos oprima como una enfermedad grave, etc.
Se trata más bien de identificar y diferenciar entre estas últimas siutaciones y las que, muchas veces por no tomar consciencia de ellas, creemos son terribles, imposibles de superar, muy angustiantes y frustrantes, cuando realmente no lo son.
Fíjense que nuevamente, vuelvo a reiterar en el caso de aquellos sufrimientos "al divino botón" lo que en mi opinión es lo más importante para avanzar en cualquier campo vital: es nuestra actitud frente a la cotidianeidad y lo que nos sucede, lo que hace la diferencia.
Por eso es tan importante decidir crecer, aprendiendo permanentemente, de nosotros mismos y de nuestro entorno y situaciones diarias, poniendo en juego las ganas, que no son ni más ni menos que las hijas de nuestra decisión de adoptar una actitud positiva.
Una vez aceptada, ella será la llave para abrirnos al placer de aprender.
copyright: Mónica M.Arias

No hay comentarios:

Publicar un comentario