jueves, 24 de febrero de 2011

El lujo impensado

En líneas generales, históricamente se definía un artículo o servicio de lujo como aquel cuyas características más sobresalientes - inlcuyendo el precio - demarcaban un diferenciador de status, una costumbre equis arraigada en el ámbito de un segmento social de alto poder adquisitivo, o una determinada moda impuesta por dicho segmento social sobre el consumo de marcas Premium que principalmente pueden adquirir los integrantes de ese mismo grupo.
Si bien hoy seguimos considerando como lujosos los productos que siempre lo han sido, los parámetros para identificarlos han cambiado, y se han agregado a la lista de preferencias algunos objetos y bienes no tangibles que de ninguna manera se suponían de alta gama en el pasado.
Lo que sucede es que se ha movido la escala de valoración del producto o servicio suntuario, es decir, hoy se da más cabida a la subjetividad. Tan es así que, por ejemplo, las personas que otrora elegían como destino para realizar un viaje "lujoso" las Islas Fiji, o un resort exclusivísimo enclavado en aguas verde esmeralda, una isla privada, etc. están gradualmente volcando su interés hacia lo que nunca antes había sido considerado suntuoso, como sentirse bien. Y si es posible, muy bien. Y este sentirse muy bien está relacionado con su búsqueda de una paz interior que los productos y servicios lujosos no le han sabido proporcionar hasta ahora.
Este desplazamiento del objeto lujoso a la valoración del sujeto sobre si lo hace o no sentirse muy bien tiene su correlato, en primera instancia, en la calidad. Si el producto es lujoso, y por ende caro, debe ser de alta calidad (entendiendo en este caso la calidad como el principio universal que se resume en una serie de puntos como: el confort, el diseño, la durabilidad, la versatilidad, la fuerza de su marca y su presencia en el mercado, la garantía que ofrece el producto, la rapidez de atención de reclamos y resolución de problemas si estamos hablando de un servicio, las promesas cumplidas y las expectativas ampliamente superadas, la calidad de atención que nos brindan como clientes, la accesibilidad on line de la página de la empresa, etc, etc).
En segunda instancia, lo que el mercado está diciendo entre líneas es que el sentirse muy bien hoy está directamente relacionado con la calidad de vida propia y del prójimo: el consumidor de lujo valora mucho más a una Empresa responsable socialmente. Punto.
Esto no es casual. Su explicación tampoco.
Sencillamente, la gente hoy quiere abrir su campo de alternativas de vida. Consume lujo, sí, pero mayormente de aquellos proveedores que devuelven en obras tangibles una buena parte de sus ganancias. La Responsabilidad Social Empresaria no es una sigla solamente ( RSE ). Es un compromiso sostenido en el tiempo que avala un proceso de acompañamiento a una nueva escala de valores humanos que es inclusiva, y que remite al cambio que es lo único permanente (valga la paradoja).
Por otro lado, el sentirse muy bien que hoy se prioriza como el valor de los valores, está ligado también a la alimentación: la gente come mejor porque está más interiorizada sobre las ventajas y beneficios de una dieta balanceada, insume menos carnes rojas, más blancas y muchas más comidas consideradas naturales , hechas con productos orgánicos.
Entonces, y a modo de simple ejemplo: no es de extrañar que una ingesta de tarta de verduras casera realizada con espinacas orgánicas, puede considerarse perfectamente un producto de lujo si lo vemos desde el punto de vista del valor que le otorgará quien quiere sentirse muy bien. De hecho, esto se refleja en el crecimiento sostenido de las cadenas de locales de comida orgánica en todas partes.
Si agregamos a este simple ejemplo la realidad de que el agua que tomamos ya no podemos no pagarla...no estamos muy lejos de considerar algunas marcas de agua mineral como productos de consumo de alta gama.
Si bien estos ejemplos eran impensables hace una década, hoy forman una parte importante de las cosas que cambiaron de lugar en la escala valorativa del consumidor de lujo.
Considerar actualmente estos y otros factores es imperativo cuando de productos de alto valor económico se trata, porque hoy, quien tiene dinero suficiente para irse a Grecia porque se aburrió del gris de Buenos Aires, seguramente lo hará en primera clase y en una aerolínea de excelencia o tal vez en su jet privado, llevará sus joyas y sus jeans Armani gastados, pero se asegurará también de elegir que su vida tenga un giro hacia la alta calidad, empezando por "casa". Y por ende, se asegurará de que además de excelencia en la atención, el destino que haya elegido le otorgue un sentimiento de paz, una vuelta a lo natural, a lo que no tiene precio.

copyright: Mónica M. Arias

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