Soy admiradora de todo lo que implique un proceso, porque en sí la vida lo es. Dicho esto, no estaría de más decir que los procesos llevan su tiempo, por lo cual me inclino a pensar en la venta profesional como un "estado" del vendedor al que este ha llegado porque ha sabido iniciar su capacitación, transitar el camino que conlleva la ejercitación de la venta y recaudar un conocimiento que, utilizado con excelencia, lo habilita para concretar sus objetivos con relativa fluidez y con gran claridad.
El proceso de vender es entonces una ciencia, entre otras cosas, por el motivo antes descripto. Pero, no podemos dejar de lado una variable tan importante como cierta de este proceso: la forma única en la que cada quien ofrece su producto / servicio, la manera en la que interrelaciona con los clientes y prospectos y les brinda lo que ellos esperan cada vez: valor.
Esa forma única y por lo tanto original, en la que, solo por ser seres humanos distintos a los demás e irrepetibles, cada vendedor se comporta ante la venta, es lo que a mi juicio es una actitud que raya con su propio "arte". Si convenimos en que cualquier manifestación de arte en sí misma, tiene la particularidad de elevar la calidad del momento en la cual es apreciada (y por ende nos eleva por sobre la mediocridad) podemos concluír sin temor a equivocarnos que vender en forma profesional es tambièn un arte.
Cada proceso de venta se inicia inexorablemente con ciertos pasos que hay que seguir y que pueden sistematizarse con relativa facilidad, en miras al aprendizaje y puesta en práctica de las acciones necesarias para lograr cerrar ventas. Pero, y lo que es más importante, no hay ningún proceso de ventas en ningún manual del mundo que nos indique una manera "personal" de integrar ese conocimiento a nuestros valores, principios, calidad de excelencia en nuestra performance, etc.
La construcción de valor es también, y ante todo, un proceso. Implica un intenso buceo interior en primera instancia, que no está ajeno a duros encontronazos con egos deformados e imprecisiones con respecto a la naturaleza de nuestras acciones, muchas veces signo de nuestra forma atrofiada de mirar la vida. En segunda instancia construímos valor al relacionarnos con los demás, al intercambiar nuestras miradas con las de los otros y entablar de esta forma diferentes tipos de vínculos. En el caso del vendedor profesional, el trabajo de construír valor no cesa nunca. Tanto porque sigue aprendiendo de sí mismo como porque apunta a dar siempre un poco más de sí para lograr un resultado que considere enriquecedor - en ambos sentidos: por lo personal y económico - tanto para sí mismo como para su cliente o prospecto.
Los valores, principios y calidad de comportamiento conforman quienes somos. Y solo como quienes verdadera e íntimamente somos, seremos capaces de brindar lo mejor hacia los que así lo merecen: nuestros vínculos. Y dentro de ellos, y siguiendo con la misma filosofía, también ofrecer a nuestros clientes una experiencia de compra valorable, única, e inolvidable por su calidad y entrega, pero, por sobre todo, por el valor percibido y recibido en nuestra forma de comunicarnos e interrelacionarnos, es decir, en nuestra manera de vender.
Copyright: Mónica María Arias
monica-m-arias@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario